
Un equipo de astrónomos ha presenciado por primera vez el nacimiento de un sistema solar desde sus etapas iniciales, utilizando telescopios terrestres y espaciales. La investigación se centró en una joven estrella ubicada en la constelación de Orión, a unos 420 pársecs (más de mil 300 años luz) de la Tierra.
El descubrimiento fue divulgado a través del portal de la revista Nature, donde los científicos explicaron que su objetivo fue estudiar la estrella HOPS-315, similar al Sol, para entender los orígenes de nuestro propio sistema solar.
"Lo que buscamos es encontrar una versión en su infancia de nuestro sistema solar en otro lugar del universo", expresó Merel van’t Hoff, astrónoma de la Universidad de Purdue en West Lafayette, Indiana.
El equipo centró su atención en HOPS-315 tras detectar rastros de silicato cristalino en su entorno, un mineral que indica los primeros pasos en la formación de planetas. Este hallazgo proporcionó un punto de partida crucial.
Situada en Orión, la protoestrella destaca porque, a diferencia de otras estrellas nacientes, su disco de gas y polvo que la rodea es claramente visible, ya que no está obstaculizado por emisiones de gases o chorros que suelen dificultar su observación en etapas muy tempranas.
Las observaciones realizadas con el Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA) en Chile sugieren que HOPS-315 vaporizó las rocas circundantes, permitiendo que el gas se enfriara, se condensara y formara minerales esenciales para la formación planetaria.
Los planetas emergen a partir de jóvenes estrellas o protoestrellas, las cuales se caracterizan por estar rodeadas de minerales de silicato cristalino. Cuando estos minerales se condensan y forman granos, comienzan a agruparse en discos calientes de gas y polvo que giran alrededor de las estrellas nacientes.
A lo largo de millones de años, estas agrupaciones crecen hasta convertirse en planetas rocosos o en núcleos de gigantes gaseosos, iniciando así el proceso de formación de sistemas planetarios.